Todos Mis Ayeres, traducción al castellano de la autobiografía de Edward G. Robinson por Ananda Segarra

Aunque ya tenía esta autobiografía en inglés desde hace tiempo es estupendo tenerla traducida al castellano. Como en sus actuaciones durante décadas Robinson este libro está impregnado de su humanidad. Consciente de su grandeza pero con humildad y sinceridad es fabuloso recorrer su vida y su carrera con un buen puñado de anécdotas y detalles sobre su vida privada.

Ananda ha visto su tremendo esfuerzo al fin tener su recompensa y ver publicada su traducción, que puede encontrarse en:
https://www.casadellibro.com/libro-todos-mis-ayeres/9788412764260/15877910
https://amzn.eu/d/2Ojx3FM

Unas palabras de la autora de esta traducción, que muestra su dedicación por este tipo de cine inmortal con un trabajo a la altura de las circunstancias:

Ananda también tiene un canal YouTube donde aporta material muy interesante.

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UNHOLY PARTNERS (1941)

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El periodista Bruce Corey (Edward G. Robinson) vuelve a casa después de luchar en la Primera Guerra Mundial convertido en un héroe. Es recibido con todos los honores en su antiguo periódico, donde tiene su antiguo puesto reservado el puesto y sus jefes desean tenerle de vuelta al trabajo, pero Corey viene con nuevas ideas, como hacer un periódico con un formato más reducido, tal y como los había visto en Europa. Para pretender lanzar su propio diario necesita un inversor que le ayude económicamente, pero a pesar de su entusiasmo le cuesta convencer a los bancos. Ninguno lo llega a ver viable, por lo que decide intentarlo con un gangster, Merrill Lambert (Edward Arnold), al que le hace picar después de ponerlo en el punto de mira por sus fraudes en las apuestas. Lambert, a pesar de la provocación de Corey, no ve con malos ojos ser socio inversor de un periódico en donde cree que podrá controlar a su antojo las noticias que atañan a sus actividades fuera de la ley, así que accede a invertir en el nuevo diario. Bruce, que se lleva a su nuevo periódico a Croney (antigua secretaria que está enamorada de su jefe), se aprovecha de sus contactos con la policía para sacar noticias impactantes en ediciones que salen casi al mismo tiempo que se está cometiendo el delito, e incluso llega a manipular información añadiendo fotos morbosas en escenas de crímenes creadas por él mismo. Las tiradas de su diario no dejan de aumentar día a día por la espectacularidad de las noticias, pero se enfrenta al mafioso Lambert a causa de informaciones que empieza a publicar y que relacionan a su socio con una trama de delitos.

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Después de terminar Manpower las relaciones entre Warner y Edward G. Robinson no iban por buen camino, el actor había hecho gastar al estudio un dineral en comprar los derechos de un guión que le interesaba para luego rechazar el proyecto aduciendo que la historia era bastante endeble. Todo eso que enfureció a Hal B. Wallis y Jack Warner, que no tuvieron ningún problema en ceder a Robinson a MGM para Unholy Partners, una película que Robinson hizo mayormente por lealtad hacia Mervyn LeRoy. El filme sigue la senda marcada por Five Star Final, aunque de ninguna manera llega a tener el lustre y la intensidad de aquella gran (y todavía vigente) película sobre el periodismo en la que coincidieron el director y el actor que alcanzaron la cumbre con Little Caesar. Lo mejor de Unholy Partners es el pulso interpretativo entre Robinson y Edward Arnold, tampoco se trata de dos actuaciones portentosas, aunque sí bastante dignas al menos. Pero a la película le lastra una alarmante falta de verosimilitud y algunos detalles muy manidos, incluso para su época, por mucho que la dirección de LeRoy sea tan pulcra y ejemplar como de costumbre. Tampoco ayuda que no se saque más partido a la parte más romántica de la relación entre el periodista y su secretaria, lo que hace al personaje de Robinson algo plano.

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ROBINSON & BOGART

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En el estupendo blog de mi amigo Jason sobre Humphrey Bogart (que es algo así como «todo lo que quiso saber sobre Bogart») podéis leer una entrada sobre Robinson y las películas que compartió con Bogart.

http://bogiefilmblog.wordpress.com/2014/09/28/edward-g-robinson/

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A BOY TEN FEET TALL (SAMMY GOING SOUTH) (1963)

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Sammy Hartland (Fergus McClelland) es un chico británico que se encuentra junto a sus padres en Puerto Saíd cuando estalla la Guerra del Sinaí. El chaval pierde a sus padres en un bombardeo británico y ve como sus antiguos amigos egipcios se vuelven contra él por el conflicto bélico con su país de origen. Sammy tiene tiene un idea algo vaga de que en Durban, Sudáfrica, tiene una tía, rica y dueña de un hotel, por lo que decide poner rumbo para encontrarse con ella. Sin tener dinero alguno debe emprender el inicio de itinerario a pie, sin saber que realmente tiene siete mil kilómetros que le separan de su destino. Por el camino se va encontrando compañeros de viaje, algunos interesados en poder sacar beneficio económico aunque también se encuentra con gente que se preocupa por su situación y que se encariña con él, tal vez demasiado, ya que una turista americana pretende llevárselo a vivir con ella. Pero Sammy quiere seguir su viaje a pie hacia el sur y aprovecha un descuido para huir y poner rumbo a Sudáfrica de nuevo. Algo más cerca de su destino se encuentra con Cocky Wainwright (Edward G. Robinson), anciano que comercia con diamantes de forma ilegal y que no duda en dar cobijo a Sammy, que se encariña con el anciano ya que es el primer desconocido con el que se encuentra camino de su objetivo y que parece respetarle y entenderle. Pasan lo días y Sammy, después de varias experiencias junto al anciano que le fascinan, decide que quiere quedarse con Cocky una temporada, pero el anciano, a pesar de que se ve en cierta forma reflejado en el chico, es buscado por las autoridades por sus minas ilegales y ve como la presencia de Sammy supone que el cerco de los enemigos que andan detrás de él se estreche todavía más, ya que, como le informan, la policía local sabe de que el paradero del chico coincide con el suyo y que están intentando encontrarle.

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Sammy Va Hacia El Sur es una estupenda película de aventuras que trata del coraje de un chico que debe reaccionar al perder a su familia y ver el peligro de su situación personal en un país que está en guerra con Inglaterra. Es un film que dice mucho de la variedad de registros de su director, Alexander Mackendrick, autor también de Chantaje en Broadway, El Quinteto de la Muerte o El Hombre Vestido de Blanco, que conforman junto a otras una corta pero notable trayectoria como realizador. A pesar de lo aparatoso de rodar en África lo más complicado de la película fue causado por un ataque al corazón que casi acabó con la vida de Edward G. Robinson durante el rodaje en Kenia. Las condiciones climatológicas africanas fueron demasiado para el actor, que tuvo que ser trasladado a Londres para su tratamiento, después de múltiples problemas en África. Tardó en recuperarse tres meses, lo que obligó a detener el rodaje durante ese tiempo, aunque se rodaron planos generales contando con un doble de Robinson, pero el resto de las escenas con el actor se rodaron en Inglaterra. A pesar de esa situación la labor de Robinson resulta esencial para la película y aunque su presencia se reduce a la segunda mitad del metraje su actuación es otro ejemplo más de su capacidad, con un personaje en apariencia sencillo pero lleno de matices, un hombre que opera al margen de la ley, que está de vuelta de todo pero que no duda en acoger como a su propio hijo a un chaval que está obstinado en llegar a su destino por sus propios medios. Robinson no sólo cambia el tono de la película por completo, también ofrece grandeza, cercanía y humanidad, pero sin empalagar y convertir las escenas con el chico en algo cursi.

Por esos tiempos Hollywood ya había cambiado mucho, lo que particularmente a Robinson le llevó a tener que viajar mucho para seguir haciendo películas, pero eso no era precisamente un problema para el actor, que de esa forma podía seguir trabajando y además conocer sitios exóticos. Con la televisión ganando terreno al cine a muchas estrellas del cine no les quedaba más remedio que aceptar ofertas de televisión, lo que llevaba a trabajar más por menos dinero, algo a lo que Robinson, como tantos otros, tuvo que acceder, así como a grabar voz en off para diferentes programas y documentales. Por lo tanto la oportunidad de Sammy Va Hacia El Sur le pareció fenomenal, ya que además le ofrecía el estatus de figura principal del film. A causa del infarto los productores de la película no la tenía todas consigo, sospechaban que Robinson no iba a poder volver a actuar nunca más y pretendían cancelar el rodaje haciéndo uso de lo estipulado en el contrato, pero los médicos dijeron que aunque la situación era grave iba a poder recuperarse y seguir trabajando. Durante su estancia en el hospital londinense pudo intercambiar humo de sus cigarros con los de otro célebre y empedernido fumador, Winston Churchill.

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NIGHTMARE (1956)

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Stan Grayson (Kevin McCarthy), músico de jazz de Nueva Orleans, despierta de una pesadilla en la que acaba con la vida de un desconocido en una habitación llena de espejos. Una vez se despeja se da cuenta de que tiene marcas en su cuerpo que delatan una confrontación física y aparecen entre sus cosas un botón que le arrancaba de la chaqueta de su víctima en la pesadilla y una llave, lo que  le lleva a dudar sobre si ese sueño fue en realidad algo más. Confuso, trata de poner sus pensamientos en orden, pero está bastante perturbado como para seguir adelante como si tal cosa. Decide llamar al estudio donde le esperan para grabar una sesión y avisa de su ausencia por enfermedad. Pasa el día investigando una obsesiva melodía que resuena en su cabeza y que cree que puede ser una pista para aclarar su situación. Pregunta a sus amigos músicos pero nadie sabe qué canción puede ser. Entonces opta por ir hasta la casa de su hermana Sue (Virginia Christine), ella está casada con Rene Bressard (Edward G. Robinson), un inspector de policía experto en casos de asesinatos. Stan le cuenta a Rene todo lo que le ha pasado y quiere que le ayude a descubrir la verdad. Rene se muestra muy escéptico y achaca el estado mental de Stan a su trabajo y a la vida nocturna que le hace llevar ser músico, por lo que para que su cuñado se relaje planea al día siguiente una escapada para ir de picnic, decidiendo llamar a Gina (Connie Russell), novia de Stan y cantante en la misma banda de jazz. A pesar de que el músico comienza a relajarse y a olvidarse de todo lo acontecido en la pesadilla comienza a guiar a sus acompañantes por zonas que se sorprende al conocer, primero a una zona para acampar y después a una casa para refugiarse de un temporal. Al no haber nadie presente y gracias a una llave que Stan encuentra, con suma facilidad para ser un sitio que en teoría no conoce, entran para guarecerse. Una vez dentro, Stan parece estar muy familiarizado con la casa, para la estupefacción de todos y sobre todo del propio músico, lo que se acentúa cuando Gina pone a funcionar el tocadiscos con el vinilo que ya estaba colocado para su reproducción, Stan puede reconocer la melodía que tanto le obsesiona y ya no tiene dudas de que, a pesar de que no recuerda como es posible, sabe que ya ha estado allí, y guía a Rene hasta la habitación de espejos en la que sabe que ha matado a un hombre y donde la llave que encontró después de la pesadilla encaja con la cerradura de una de las puertas.

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Nightmare, que es un remake de otra película dirigida por el propio Maxwell Shane (Fear In The Night, 1947), es un modesto thriller de tintes psicológicos y con toques de cine negro que fue un absoluto desastre en taquilla. Kevin McCarthy tiene el papel más complicado, muy bien solventado. El resto del reparto está bastante correcto en su labor, sin destacar demasiado, los personajes son algo planos, y ni Edward G. Robinson tiene ocasión para añadir algo especialmente memorable a una película decente, pero que no logra sacar partido a todos los elementos de que disponía, entre ellos un guión muy interesante. Lo mejor del film, sin duda, es la banda sonora jazzística, algunas escenas oníricas, el entorno en el que se mueve McCarthy en la primera parte de la película y la muy lograda sensación de angustia y pesadumbre de su personaje a lo largo de la película.

Nightmare significó la última de las películas de la etapa serie B de Robinson, en la que todavía pesaba la losa de sus convicciones políticas que, unido a su edad y a lo que había cambiado la industria hollywoodiense, hacían de la carrera de un actor con esas características a moverse por producciones modestas, por mucho talento que tuviera. Pero entonces llegó Cecil B. DeMille, con una ideología política radicalmente opuesta a la de Robinson, pero que no le resultó un problema para darle un papel en Los Diez Mandamientos y con ello restaurar su estatus perdido.

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DOUBLE INDEMNITY (1944)

 

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El vendedor de seguros Walter Neff (Fred MacMurray) cae hechizado fulminantemente por Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck), esposa de uno de los asegurados con quien Neff trataba de reunirse para tratar la renovación de un seguro. A raíz de ese primer encuentro Neff y Dietrichson entablan una relación, dominada por el deseo y por la idea, sugerida por Phyllis y encauzada por Walter de quitarse de encima al Sr. Dietrichson y llevarse de paso una buena cantidad de dinero. Neff planea que el marido de Phyllis se haga un seguro de vida, que tendría doble indemnización en caso de ciertos tipos de accidentes. Pero aunque el marido no quiere saber nada de nuevos seguros Neff y Dietrichson consiguen que firme el nuevo seguro (con Phyllis de beneficiaria) y su sentencia de muerte, engañándole y haciéndole creer que está firmando la renovación por seguro de su vehículo. Ya sólo queda llevar a cabo el plan para asesinar al marido y hacerlo pasar por un accidente, pero Neff, que lo ha planeado todo ayudado por la multitud de casos anteriores que conoce,  no las tiene todas consigo. Su amigo y compañero de trabajo Barton Keyes (Edward G. Robinson) es un implacable y muy efectivo investigador de fraudes en seguros, casado con su trabajo y dotado de un gran instinto para averiguar los fraudes en los casos que se le presentan.

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Perdición fue una película innovadora, realizada con una sofisticación inusual, y que vista ahora supone un placer pero también lleva a añorar, y mucho, ese tipo de cine, realizado con una dedicación tan fabulosa, un guión tan cuidado, esos diálogos tan brillantes y unos actores tan formidables. Perdición tiene el honor de ser quizás el primer film de auténtico cine negro, al menos aún nadie se había referido a una película de tal manera y no hay duda de que supuso el inicio de un paso adelante de Hollywood, con un tipo de cine más complejo. También supuso la confirmación de la maestría de Billy Wilder, un director apasionado y genial, que con Perdición logró por primera vez dejar su sello y y consiguió colocarse en primera línea, que nunca abandonaría en la mayor parte de su carrera. Es una película perfecta. Es difícil de destacar nada por encima del resto. Los maravillosos diálogos que los actores convierten en obras maestras, la ambientación, la tensión, la elegancia y la naturalidad de todas las escenas… Es difícil quedarse con un momento favorito ya que todo está cuidado al mínimo detalle. Como dijo Barbara Stanwyck, el guión de Perdición era el más perfecto que vio en toda su carrera. Todo, absolutamente todo, estaba allí y era innecesario salirse del texto de Wilder y Chandler, que aunque tuvieron una relación personal nefasta sacaron lo mejor de sí mismos para la película. La adaptación de la novela original de James M. Cain fue bendecida por el propio autor, que dijo que el final del film era bastante mejor que el suyo y que fue la única de las adaptaciones cinematográficas de una de sus obras en la que contenía material que desearía haber incluido él en su libro.

Asimismo Perdición supuso un punto de inflexión en las carreras tanto de Edward G. Robinson, Barbara Stanwyck y Fred MacMurray. Robinson tuvo muchas dudas antes de decidirse en actuar en la película, ya que aceptar no ser la estrella principal significaba ceder y admitir que con su edad ya le llegaba el momento de comenzar a hacer papeles secundarios, pero a pesar de que estuvo a punto de rechazarlo quizás el hecho de que su carrera fuera cuesta abajo desde que salió de Warner le motivó a acceder finalmente, lo que acabaría convirtiéndose en una de las mejores decisiones de su carrera, no sólo por tener a su disposición a un personaje y unos diálogos excepcionales, y a un director en estado de gracia, también porque seguramente fue gracias a Perdición que se convirtió en un símbolo del cine negro, con actuaciones como protagonista en films como The Woman In The Window, Scarlet Street, The Stranger o The Red House, con un tipo de papeles más complejos que la mayoría de lo que había hecho hasta entonces. Tampoco fue fácil para Barbara Stanwyck, y es que pocas actrices consagradas habrían querido meterse en la piel de una mujer tan manipuladora y perversa, pero decidió actuar en Perdición y ahí quedará para siempre una de las mujeres fatales definitivas de Hollywood, con su legendaria peluca, con la que Wilder quería subrayar la falsedad de su personaje. Y aunque no se suela destacar la actuación de Fred MacMurray, no tanto al menos como las de Robinson o Stanwyck, lo cierto es que está perfecto en un papel con el que sorprendió y con el que también amplió su radio de acción. Hasta Perdición la mayor parte de las actuaciones de MacMurray en el cine se habían llevado a cabo en comedias románticas, algunas de ellas muy destacables junto a Carole Lombard, pero con esta película demostró tener un repertorio más amplio.

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Mucho se ha hablado sobre la supuesta relación homosexual que para mucho cinéfilos sugiere la amistad entre Neff y Keyes, en mi opinión no creo que fuera la intención de Wilder hacer uso de los puros en las escenas entre los dos amigos para simbolizar penes y así insinuar otro tipo de relación entre Neff y Keyes, por mucho que sea bastante obvio el cariño y la admiración entre los dos amigos, que tiene el punto culminante con esa conmovedora escena final en la que Robinson y MacMurray ofrecen unos momentos imposibles para tantos actores. No fue esa la escena con la que Wilder quiso en un primer momento finalizar la película, ya que también rodó una aparatosa y costosa escena previa a la ejecución de Neff en la cámara de gas, pero Wilder decidió excluirla del montaje final por considerarla demasiado fuerte, a pesar de que reconoció que la escena era magnífica y que tanto Robinson como MacMurray estaban fenomenales.

Billy Wilder lo tenía bastante claro con respecto a Robinson, para el director sólo alguien como Charles Laughton podía estar a su nivel, y Robinson ofrece, en un papel secundario, unos momentos sublimes, con unos diálogos de Wilder y Chandler que encuentran en Robinson a un actor que los convierte en una auténtica lección de dominio de la intensidad y los tiempos. El propio autor de la novela pudo asistir al rodaje de algunas de las escenas de Robinson, en las que su personaje soltaba sus monólogos, Cain sólo podía admirarse por lo espectacular que le resultaba ver al legendario actor en acción, clavando todos los diálogos a la primera. Se dice que de entre todas la películas de Wilder es Barton Keyes el personaje más cercano a la personalidad del director: metódico, obsesivo, ocurrente y excéntrico. Ya desde su primera escena, cuando Keyes despacha rápida e implacablemente al camionero que quiere estafar a la aseguradora, (interpretado por el español Fortunio Bananova, nombre artístico de Josep Lluís Moll) Robinson demuestra que cualquier gran actor se hace aún más grande cuando cuenta con unos diálogos tan perfectos y un director como Wilder.

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SEVEN THIEVES (1960)

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Theo Wilkins (Edward G. Robinson), profesor con un oscuro pasado, quiere en su vejez hacer algo que haga hablar al mundo después de una época de sinsabores y experiencias que querría olvidar, por lo que trata de convencer a su amigo Paul Mason (Rod Steiger) a que le ayude a llevar a cabo el robo de cuatro millones de dólares en un casino de Montecarlo, aprovechando una fiesta anual. Paul, económicamente en las últimas y que ha pasado varios años en prisión, pone muchas pegas para involucrarse de nuevo en un delito, y menos cuando conoce al resto del equipo que ha reclutado Theo para el robo, entre los que se encuentran Pancho (Eli Wallach) y Melanie (Joan Collins), que tienen un número erótico-musical en un club nocturno, gracias al cual Melanie ha logrado seducir a un encargado del casino que resulta pieza fundamental para llevar a cabo el plan. Theo necesita tener a su lado a alguien de su plena confianza, por lo que no ceja en su empeño de que Paul se una al equipo, lo que finalmente logra después de explicarle todos los detalles del plan. A cambio Paul quiere tener la última palabra en todos los cabos sueltos, algo que el resto de la banda acepta de mala forma.

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Seven Thieves puede que no se encuentre entre las mejores películas de las que dirigió Henry Hathaway, pero cumple de sobras como eficaz y entretenida película de atracos, llena de amargos perdedores con pasados que preferirían olvidar y un presente que dedican a buscar una forma de volver a empezar. Tiene sus buenas dosis de tensión y agilidad en las escenas claves, un buen reparto y una muy cuidada puesta en escena, y un final un tanto a lo Huston, pero también cuenta con algún personaje demasiado forzado innecesariamente, un continuo vaivén de fallos de continuidad en planos-contraplanos de demasiadas escenas y unas transparencias demasiado evidentes. Hathaway pretendía que Seven Thieves pudiera pasar por un film alegre y vital, algo que Rod Steiger se encargó de evitar, y es que la intensidad y la seriedad con que el actor acometía cada una de sus escenas no dejaban lugar a nada más, pero tampoco se puede decir que esa presencia tan poco del gusto de Hathaway no aporte cierta credibilidad a la película en  momentos clave. Eli Wallach en su línea, brillante, especialmente en sus momentos de mayor nerviosismo y cuando tiene que hacerse pasar por un barón inválido y despotricador, que seguramente fueron las únicas partes que pudieron satisfacer algo a Hathaway por ser algo más divertidas, pero claro, Steiger no participa en esas escenas. Joan Collins, muy atractiva y sensual, aunque su personaje y algunos de sus bailes estén metidos con calzador. La actuación de Robinson es bastante meritoria y significativa para el entonces ya anciano actor, a pesar de que la película no tuvo una recepción demasiado buena por la crítica ni a él mismo la destacara, pero su labor es uno de los puntos fuertes de Seven Thieves, especialmente por su última escena, llena de emotividad y clase, además de que parte de su monólogo podría ser interpretado como autobiográfico, en cierto sentido. En esta película fue la primera vez que Robinson interpretó a un cerebro y guía de un grupo de atracadores más jóvenes, una de las ocasiones más afortunadas, especialmente si comparamos a Seven Thieves con las producciones que realizó en Europa años más tarde.

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THE SEA WOLF (1941)

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Wolf Larsen (Edward G. Robisnon) capitanea con grandes dosis de tiranía y violencia The Ghost, nave al que nadie con un mínimo aprecio por su propia vida quiere embarcarse, pero al que un fugitivo, George Leach (John Garfield), se enrola con tal de huir de la justicia. A él se le unen Humphrey Van Weyden (Alexander Knox) y Ruth Webster (Ida Lupino), después de que un accidente en el barco en el que viajaban dejaran a la pareja, que no empezó su relación con muy buen pie, a merced del mar. La pareja a duras penas sobrevive al naufragio y son rescatados por la tripulación de The Ghost. Van Weyden es un escritor que lleva una cómoda vida y Ruth es otra fugitiva a quien la ley pisa los talones y a quien Van Weyden no quiso ayudar cuando unos policías trataban de detenerla antes del accidente. Wolf Larsen, que no tiene ningún interés por buscar un puerto donde poder dejar a los náufragos, fuerza al escritor a trabajar como pinche de cocina mientras ella debate por su vida. La experiencia como escritor de Van Weyden agrada a Larsen, que desea fervientemente que alguien plasme su tiránica personalidad. También Van Weyden logra insuflar algo de ánimos al alcohólico Dr. Prescott (Gene Lockhart), médico a bordo de The Ghost, que con una transfusión de sangre de George logra salvar la vida de la fugitiva Ruth, que una vez recuperada planea huir del barco junto al portador de la sangre que la ha salvado. Pero Wolf Larsen tiene otros problemas, como es un ajuste de cuentas en alta mar con su propio hermano, algo que oculta a la mayoría de la tripulación, pocos de sus componentes nada sabe que además del inhumano trato dispensado por el capitán tienen muy pocas posibilidades de volver vivos de esa travesía.

 

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Gran adaptación del clásico de Jack London, brillantemente dirigida por Michael Curtiz y con un estupendo reparto. Gran ambientación y efectos especiales, la tensión no decae en ningún momento, y la única pega que se le podría poner es que la película queda algo corta de metraje, aunque ese sea un problema en la mayoría de adaptaciones cinematográficas de una obra literaria. La novela de Jack London estaba muy de actualidad en esa época, no es muy difícil encontrar paralelismos entre Larsen y Hitler. Un magnífico Robinson en una de sus interpretaciones más portentosas, un trabajo arriesgado pero del que sale reforzado en una época en que Warner dudaba de la continuidad del actor en el estudio, que ya mostraba en su rostro el paso de los años. Robinson admiraba enormemente el libro, que inicialmente leyó por entregas publicadas por un periódico neoyorquino, y desde luego que no tuvo reparos por mostrar el lado más vil y repulsivo de un ser humano. Wolf Larsen es un personaje contradictorio. Culto y cruel, repulsivo pero también desamparado y enfermo, todo un torrente de emociones que Robinson domina, logrando hacer honor al mítico personaje literario, a pesar de las enormes diferencias que pueda haber con la descripción física que se da del Lobo Larsen en lo obra de Jack London. John Garfield y Ida Lupino están perfectos en sus personajes, pero siempre me sorprende el registro de Barry Fitzgerald, con ese odioso Cocky, tan alejado de la clase de otros personajes suyos, de los que te olvidas totalmente en cuanto hace su aparición. También Gene Lockhart brilla, un gran actor que debido a su físico no pudo tener una carrera como intérprete más acorde a su calidad, pero que en El Lobo De Mar, y otras como Blackmail o A Christmas Carol, se mostró como un actor excepcional.

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A pesar de la fama de director duro de Michael Curtiz lo más destacable de la relación entre él y Robinson durante el rodaje de The Sea Wolf fue el aluvión de anécdotas que Curtiz insistía en detallar hasta el hastío. Robinson trató como un padre a John Garfield durante el rodaje, sentía debilidad por el actor debido a que compartían orígenes (ambos judíos con comienzo de carrera en Broadway). Pero el veterano actor temía que el carácter y la intensidad con que lo vivía todo Garfield pudieran acarrearle problemas de salud, como así fue años más tarde durante la caza de brujas en Hollywood.

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MACKENNA’S GOLD (1969)

 

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El sheriff Mackenna (Gregory Peck) es atacado en el desierto por un indio, al que hiere mortalmente. Prairie Dog, el jefe indio apache sospechaba que era perseguido para encontrar un mítico yacimiento de oro de su tribu, situado en un cañon del que nadie aparte de los apaches conoce la localización. El sheriff puede ver entre las cosas del jefe indio el mapa que indica como llegar hasta el oro, pero decide quemarlo, ya que considera que todo es una leyenda que no tiene ningún fundamento. Cuando está cavando la fosa para Prairie Dog el sheriff es atrapado por Colorado Jim (Omar Sharif), un forajido que busca el oro apache acompañado por otros bandidos y varios indios, también de Inga (Camila Sparv), la hija de un juez que han secuestrado después de matar a su padre. Colorado conoce a Mackenna de vivencias anteriores y además de querer ajustar cuentas sabe que es un excelente jugador de juegos de cartas debido a su gran memoria. Viendo los restos de una hoguera deduce que el sheriff ha visto el mapa que estaba buscando, por lo que le fuerza a que le guíe hasta el oro a cambio de salvar su vida y la de Inga. Por el camino se encontrarán con un pintoresco grupo que también quiere llegar al oro apache, entre los que se encuentran Old Adams (Edward G. Robinson), la única persona que pudo ver el mítico oro con sus propios ojos y vivir para contarlo, pero que pagó un alto precio por ello, los apaches se aseguraron de que su oro fuera lo último que viera Old Adams quemándole los ojos.

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Mackenna’s Gold supuso el retorno de Robinson al cine norteamericano después de su etapa, no demasiado brillante, en el cine europeo. Es un western un tanto pretencioso, que tiene la búsqueda de un legendario filón de oro como excusa para reunir a un estupendo elenco de intérpretes, de largo lo mejor que puede ofrecer esta película. Los mejores momentos están a cargo de sus protagonistas, principalmente en las escenas más intimistas. Pero buena parte del metraje tira por tierra el conjunto. Se abusa de efectos sonoros y algunos trucos visuales bordean la chapuza. El montaje de algunas escenas de acción es muy pobre y algunos personajes resultan grotescos, otros no aportan gran cosa para el tiempo que están delante de la cámara. Pero claro, tener en pantalla a gente de la calidad de Gregory Peck, Omar Sharif o el propio Robinson hace que al menos ver esta película no sea una completa pérdida de tiempo. La participación de Robinson es escueta pero jugosa, prácticamente se reduce a un gran monólogo, uno de los mejores momentos del film, creíble, con intensidad y voz profunda. El propio Gregory Peck no tuvo reparos en alabar esa escena en el mismo set, afirmando en el momento que Robinson era el mejor de todos y que ojalá él pudiera estar a su nivel. Un cumplido generoso y demasiado humilde, Peck también tiene momentos brillantes que dejan buen sabor de boca en un film con muchísimos altibajos.

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 David Garfield (el hijo de John) junto a Edward G. Robinson
Wallach Shoots Co Star 1967El recientemente fallecido Eli Wallach y Edward G. Robinson en el set

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FLESH AND FANTASY (1943)

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Dos amigos se reúnen en un club, uno de ellos está muy preocupado por un sueño que ha tenido, por lo que el otro decide contarle tres historias relacionadas con su problema. En una de ellas, Henrietta (Betty Field), una amargada y poco atractiva solterona que pasa desapercibida entre los hombres es convencida por un vendedor de disfraces para que oculte su rostro con una máscara en el Mardi Gras de Nueva Orleans y así compruebe si con su rostro escondido puede atraer a Michael (Robert Cummings), el hombre que desea. Otra de las historias sucede en Londres, donde Marshall Tyler (Edward G. Robinson) tiene un encuentro con el vidente Septimus Podger (Thomas Mitchell), que leyéndole la mano ve que va a cometer un asesinato, algo que Tyler en un principio encaja con mucho escepticismo, aunque en vista de los aciertos del vidente no tarda en obsesionarse con el asunto y trata de precipitar los acontecimientos. El relato final tiene como protagonista a Paul Gaspar (Charles Boyer), un equilibrista que hace sus números sobre un cable sin contar con red de seguridad. Gaspar tiene un sueño en el que durante una de sus actuaciones cae y en el que aparece entre el público una mujer desconocida. Días después y durante un trayecto en barco se encuentra con la desconocida, Joan Stanley (Barbara Stanwyck), lo que le hace preocuparse y plantearse sus actuaciones.

faf01Flesh And Fantasy es otra película dividida en varias historias dirigida por el francés Julien Duvivier, como ya hiciera con Tales Of Manhattan. En esta ocasión, los sueños, la videncia y las supersticiones son el nexo en común de las tres historias. Producida por Charles Boyer, que también actúa en el último de los episodios, no tiene un reparto tan deslumbrante como la Tales Of Manhattan, pero el resultado es bastante digno, a pesar de lo floja que es la primera parte. Es la segunda historia, basada en un relato de Oscar Wilde, Lord Arthur Savile’s Crime, la más interesante y atractiva de las tres que componen esta película. No sólo merece la pena por ver a dos colosos del nivel de Edward G. Robinson y Thomas Mitchell interactuando, también es una buena historia que funciona bastante bien. Es todo un aliciente ver a Robinson dialogando con su lado perverso en unas escenas que quizás sean lo mejor del film y en las que no falta un morboso sentido del humor. El final de esta historia dista mucho de la original de Oscar Wilde, añadiéndole mayor dramatismo.

Por otra parte, la primera de las historias, con Robert Cummings y Betty Field en los carnavales de Nueva Orleans no aporta mucho y se queda en un ejercicio bastante pueril. Otra cosa es la última, no tan interesante como la segunda pero merece la pena aunque sea por ver a Barbara Stanwyck y a Charles Boyer, que interpreta a un equilibrista que camina por un cable simulando estar borracho.

 

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